miércoles, 6 de marzo de 2013



VIAJE EN EL TIEMPO Ó QUE QUEDA DE MARAVILLOSO DE  AQUELLOS AÑOS.( I )

Volver la mirada hacia la noche de los tiempos ó de las nostalgias, no siempre es bueno, ni malo. Se presta a toda clase de elucubraciones y pretender cambiar el rumbo o desandar lo andado, ni es posible, ni mucho menos recomendable, eso entra en el terreno de los sueños y estos ya sabemos que no son buenos compañeros de viaje, es preferible recordar, eso sí, todo lo que el disco duro de nuestra memoria pueda abarcar. Volver a "dialogar" con personas que compartieron etapas de nuestra vida y que ya no están con nosotros, con las que una vez caminamos, compartimos mesa y mantel, bailamos o cantamos, bebimos, subimos montañas, nos bañamos en el rio, compartimos experiencias propias de la inexperiencia de la juventud, alegrías y desazones, amores y desamores, ilusiones y fracasos, triunfos y derrotas. Quién sabe si lo que en un tiempo nos pareció una derrota, hoy nos parece algo intranscendente y si algo consideramos en su día, un triunfo digno de enmarcar, tal vez, solo tal vez, hoy no le damos la menor importancia, hasta el punto de que si no hubiésemos escarbado en el disco duro llamado memoria, se habrían borrado por completo
 
Este largo prólogo, puede dar mucho juego en este viaje que me he propuesto emprender. A estas alturas de la vida, puede resultar una misión demasiado ambiciosa para un simple aprendiz de todo, en especial del placer de escribir "cosas". Tiene una ventaja a tener en cuenta, no tengo que examinarme ni dar cuenta ni someterme a ninguna regla, procuraré no cruzar esa línea imaginaria entre el cuento y la historia, línea muy frágil, ya que hay cuentos que parecen historias e historias que son cuentos,  que han sido reescritas y manipuladas. Depende quien las diga o escriba y para quien escriba. En este caso, prometo por Isabel Allende, que lo que cuente no es ningún cuento, que ¿a qué viene  poner por testigo a Isabel Allende?  Muy sencillo. Ella escribe cuentos que parecen historias vivas y ese terreno, esa línea, no la cruzaré.
 
Al buscar en  el disco duro recuerdos almacenados, me he encontrado con una imagen, en blanco y negro por supuesto, donde me he encontrado en aquellos bailes populares de mi juventud, cuando las chicas y los chicos no estaban juntos. Ellas, sentadas e fila, esperando que la música comenzase. La orquestina que amenizaba estos bailes, era amateur, con cuatro  músicos polivalentes, que lo mismo tocaban el clarinete que el saxofón, el piano o el acordeón, y en algunas piezas, siempre había algún voluntario que manejaba las maracas en el caso de que las canciones fuesen de Antonio Machín. Nosotros, los chicos, de pié mirando, catalogando, echando suertes, pues había de todo y las mejores o más apetecibles estaban en el punto de mira de todos y a los primeros compases salíamos no diré que corriendo, pero casi, a codazo limpio y empujones para poder elegir, claro que no siempre nos cubríamos de gloria. Solo las más "agraciadas" por la madre naturaleza, se permitían el lujo de rechazar la petición de bailar. Las muy bordes te daban calabazas alegando dolor de cabeza, cuando la realidad era otra, ellas también se reservaban el derecho a elegir, algo que se digería muy mal, las calabazas, marcaban, se intentaba disimular pero se comentaba en voz alta, es decir, estábamos rodeados de bordes por ambos bandos. Lo del dolor de cabeza, da mucho que pensar, porqué no se ha estudiado en las facultades de medicina. Debe ser algún gen nocivo especial en ellas, ya que se transmite de madres a hijas

¿Qué cómo eran los bailes?. Vistos desde la distancia, mucha distancia, muy raros por la rigidez de las normas que dictaban las madres y algún padre. De contactos nada,  de hecho los tangos estaban tácitamente prohibidos, por aquello de las distancias cortas y por lo que se veía en el cine. Las películas de Carlos Gardel y aquellos tangos tan sugerentes, atrevidos e insinuantes, que despertaban sentidos e ilusiones que hacían temblar los cimientos de la sociedad, por lo que se vetaba su práctica, para nuestra desgracia, cuando se exigía que entre la pareja debía correr el aire.  Tangos aparte las manos debían ser vistas en todo momento, el brazo de ella, recto apoyando la mano en el hombro y la mano del chico en la cintura de ella, necesaria para acompasar el baile, mano que a su vez radiografiaba esa pequeña parte del cuerpo, archivando toda información sensible y abstenerse de exploraciones anexas. Claro que había que ganarse la vida con argucias y la complicidad de algún amigo, quien simulando un tropezón en alguna baldosa imaginaria, te daba un fuerte empujón que derrumbaban las barreras en forma de brazo. Aquellos dos segundos que podía durar el cuerpo Vs cuerpo, compensaba cualquier calabaza.Si en esos dos segundos, ella sonreía....Había lo que había. Complicidad.
 
Las chicas menos agraciadas, esperaban pacientes que alguno de aquellos "homo sapiens" se dignase mirarles la cara de cerca, esto se arreglaba cuando un hermano, primo o familiar, exigía amigablemente el favor de que a su hermana ó prima ó vecina sería conveniente sacarla a bailar y por aquello de que,  hoy por ti y mañana por mí, se acudía a regañadientes y entonces descubrías que no era ningún favor, resultaban ser mas agradecidas que agraciadas y, además de no dolerles la cabeza, resultaban más simpáticas y quizás, tal vez, las normas, se relajaban un  poco.....

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario