VIAJE
EN EL TIEMPO Ó QUE QUEDA DE MARAVILLOSO DE AQUELLOS AÑOS.( I )
Volver
la mirada hacia la noche de los tiempos ó de las nostalgias, no siempre es
bueno, ni malo. Se presta a toda clase de elucubraciones y pretender cambiar el
rumbo o desandar lo andado, ni es posible, ni mucho menos recomendable, eso
entra en el terreno de los sueños y estos ya sabemos que no son buenos
compañeros de viaje, es preferible recordar, eso sí, todo lo que el disco duro
de nuestra memoria pueda abarcar. Volver a "dialogar" con personas
que compartieron etapas de nuestra vida y que ya no están con nosotros, con las
que una vez caminamos, compartimos mesa y mantel, bailamos o cantamos, bebimos,
subimos montañas, nos bañamos en el rio, compartimos experiencias propias de la
inexperiencia de la juventud, alegrías y desazones, amores y desamores,
ilusiones y fracasos, triunfos y derrotas. Quién sabe si lo que en un tiempo
nos pareció una derrota, hoy nos parece algo intranscendente y si algo
consideramos en su día, un triunfo digno de enmarcar, tal vez, solo tal vez,
hoy no le damos la menor importancia, hasta el punto de que si no hubiésemos
escarbado en el disco duro llamado memoria, se habrían borrado por completo
Este
largo prólogo, puede dar mucho juego en este viaje que me he propuesto
emprender. A estas alturas de la vida, puede resultar una misión demasiado
ambiciosa para un simple aprendiz de todo, en especial del placer de escribir
"cosas". Tiene una ventaja a tener en cuenta, no tengo que examinarme
ni dar cuenta ni someterme a ninguna regla, procuraré no cruzar esa línea
imaginaria entre el cuento y la historia, línea muy frágil, ya que hay cuentos
que parecen historias e historias que son cuentos, que han sido reescritas y manipuladas. Depende
quien las diga o escriba y para quien escriba. En este caso, prometo por Isabel
Allende, que lo que cuente no es ningún cuento, que ¿a qué viene poner por testigo a Isabel Allende? Muy sencillo. Ella escribe cuentos que
parecen historias vivas y ese terreno, esa línea, no la cruzaré.
Al
buscar en el disco duro recuerdos
almacenados, me he encontrado con una imagen, en blanco y negro por supuesto,
donde me he encontrado en aquellos bailes populares de mi juventud, cuando las
chicas y los chicos no estaban juntos. Ellas, sentadas e fila, esperando que la
música comenzase. La orquestina que amenizaba estos bailes, era amateur, con
cuatro músicos polivalentes, que lo
mismo tocaban el clarinete que el saxofón, el piano o el acordeón, y en algunas
piezas, siempre había algún voluntario que manejaba las maracas en el caso de
que las canciones fuesen de Antonio Machín. Nosotros, los chicos, de pié
mirando, catalogando, echando suertes, pues había de todo y las mejores o más
apetecibles estaban en el punto de mira de todos y a los primeros compases
salíamos no diré que corriendo, pero casi, a codazo limpio y empujones para
poder elegir, claro que no siempre nos cubríamos de gloria. Solo las más
"agraciadas" por la madre naturaleza, se permitían el lujo de
rechazar la petición de bailar. Las muy bordes te daban calabazas alegando
dolor de cabeza, cuando la realidad era otra, ellas también se reservaban el
derecho a elegir, algo que se digería muy mal, las calabazas, marcaban, se
intentaba disimular pero se comentaba en voz alta, es decir, estábamos rodeados
de bordes por ambos bandos. Lo del dolor de cabeza, da mucho que pensar, porqué
no se ha estudiado en las facultades de medicina. Debe ser algún gen nocivo
especial en ellas, ya que se transmite de madres a hijas
¿Qué
cómo eran los bailes?. Vistos desde la distancia, mucha distancia, muy raros
por la rigidez de las normas que dictaban las madres y algún padre. De contactos nada, de
hecho los tangos estaban tácitamente prohibidos, por aquello de las distancias
cortas y por lo que se veía en el cine. Las películas de Carlos Gardel y
aquellos tangos tan sugerentes, atrevidos e insinuantes, que despertaban sentidos e ilusiones que hacían temblar los cimientos de la sociedad, por lo que se vetaba su práctica, para nuestra desgracia,
cuando se exigía que entre la pareja debía correr el aire. Tangos aparte las manos debían ser
vistas en todo momento, el brazo de ella, recto apoyando la mano en el hombro y
la mano del chico en la cintura de ella, necesaria para acompasar el baile,
mano que a su vez radiografiaba esa pequeña parte del cuerpo, archivando toda
información sensible y abstenerse de exploraciones anexas. Claro que había que
ganarse la vida con argucias y la complicidad de algún amigo, quien simulando
un tropezón en alguna baldosa imaginaria, te daba un fuerte empujón que
derrumbaban las barreras en forma de brazo. Aquellos dos segundos que podía
durar el cuerpo Vs cuerpo, compensaba cualquier calabaza.Si en esos dos segundos, ella sonreía....Había lo que había. Complicidad.
Las
chicas menos agraciadas, esperaban pacientes que alguno de aquellos "homo sapiens" se dignase mirarles la cara de cerca,
esto se arreglaba cuando un hermano, primo o familiar, exigía amigablemente el
favor de que a su hermana ó prima ó vecina sería conveniente sacarla a bailar y
por aquello de que, hoy por ti y mañana por mí, se acudía a regañadientes y entonces
descubrías que no era ningún favor, resultaban ser mas agradecidas que
agraciadas y, además de no dolerles la cabeza, resultaban más simpáticas y
quizás, tal vez, las normas, se relajaban un poco.....
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