EL RIO DE LAS DISCORDIAS
Desde que nace, allá por las montanas de Cantabria, hasta que acaba en el Mediterráneo, el Ebro está en toda clase de estudios, planes y planos, opiniones encontradas y enconadas, con todo tipo de argumentos y exigencias diversas, más o menos justas, silencios sospechosos y realidades avaladas por estudiosos del tema del agua, que no llegan a sostener por manifiesta parcialidad, lo que impide poner de acuerdo a los vecinos del rio y mucho menos a los “allegados”.
Se leen y escuchan declaraciones, más o menos patrióticas que asombran a unos, levantan ampollas en otros, basadas en conceptos, siempre interesados, por supuesto. Todos quieren parte del pastel, todos quieren tener el mango de la sartén y la sartén si es posible. Ejemplos los hay hasta sentir sonrojo. Los que dicen que el río es suyo porque nace en “sus” montañas, (sin tener en cuenta, los numerosos afluentes, menos conocidos, pero sí caudalosos en momentos puntuales, hasta crear frases célebres como el “Arga y el Aragón hacen al Ebro varón”, sentencias que han arraigado en el romancero popular), otros, riegan por la sencilla razón de que el río pasa por “sus” tierras, otros, ponen presas y pantanos para “sus” centrales eléctricas, enterrando pueblos si fuera preciso, anegando las raíces de gentes apegadas a la tierra donde nacieron, teniendo que emigrar, no siempre en las condiciones adecuadas (¿) y los que están al final del largo recorrido, que nadie les toque o mengüe “su” caudal, porque “sus” arrozales están ahí. Quedan los “allegados”, que así mismo consideran que el agua es de todos y hay que repartirla.
En el Paraninfo de la Universidad de Madrid, en 28 de Mayo de 1880, un ilustre aragonés, D. Joaquín Costa, dijo, “…en el pródigo reparto de favores que a toda hora hace el Estado, los labradores llevan siempre la peor parte, si es que por ventura, lleven alguna. Ya es hora de recordar que son el primogénito de la nación y que tienen por lo menos, iguales derechos que cualquiera de aquellos, sus aprovechados hermanos menores. Cuando no quiere ser justo por deber, séalo por cálculo, que es suelo agradecido y devuelve con creces, la simiente que se le confía, al revés de tantos y tantos infecundos pedregales, donde se dirige la sangre del país”.
Estas palabras, dichas hace ciento treinta y dos años, no han perdido actualidad, lo que quiere decir que se ha perdido mucho tiempo, que se ha hecho muy poco en algunos sitios y que seguimos siendo un país, muy dados a decir “mi sol”, “mi playa”, “mis montañas”, “mi rio”, y “mi botijo”, ¿alguien, de los muchos que hablan y opinan se les ha ocurrido cambiar el egoísta “mi” por el generoso “nuestro”?. Queda mucho mejor.
Hace tiempo, escuché o leí, o ambos, que para combatir el aldeanismo rancio, recomendaban viajar más y escuchar menos. Al viajar, vemos con nuestros ojos, no con los de otros que, tal vez, vean menos. Además del paisaje, vemos el “paisanaje” y en este viaje me ha llevado a escribir estas reflexiones sobre el tema, de permanente actualidad, el agua, y su aprovechamiento, nunca considerado como bien común y si como un bien particular, aldeanismo puro, de forma que se olvidan las necesidades de otros y el cuidado y respeto a la madre Tierra. Esto se ve viajando, siguiendo el curso del río desde Cantabria al Mediterráneo. Encontramos tierras fértiles y frondosas, regadas por el Ebro y sus afluentes, dando vida y riqueza a su paso. En palabras de Costa (1) “el agua es la sangre de la tierra y los canales de los riegos, son la vida de los campos”. También existen grandes extensiones de tierras de Aragón, que ve pasar el agua, mientras se convierten en inhóspitos páramos donde el verde es un color imposible. Nunca ha habido solución y si proyectos (desde 1880), nunca ejecutados, bien por abandono o por atender otras prioridades.
Al final nos encontramos con el Delta que forma la desembocadura del Ebro, para asombro de quienes quieren su parte, sin saber o no querer saber, que ese espectáculo es engañoso. No se sabe, donde y cuando, acaba el río y empieza el mar.
Los entendidos, es decir, los nativos ¿o mejor les decimos lugareños?, aseguran que hasta siete kilómetros rio adentro, el río no es solo río, más bien es el mar el que penetra en el teórico cauce, de hecho, los pescadores de calamares, especie propia del mar, los capturan río adentro de esos siete (más más que menos) kilómetros, donde no se sabe de que son las aguas, dulces o saladas, dada la pugna entre ambas, poniendo en entredicho el argumento de que el río se va al mar, cuando es el mar el que metro a metro, invade el espacio de la discordia y de la duda, excepto para los calamares que si saben donde están.
Esta situación la aprovechan los ecologistas, que auguran una catástrofe medioambiental, si se mengua el caudal, mediante trasvases encubiertos en necesidades perentorias y peticiones permanentes, de los que quieren su parte de río. Por cierto, estos defensores del medio ambiente, miran para otro lado e ignoran que ya existe una notable cantidad de caudal, que se desvia, viendo los inmensos arrozales de la zona (primeros productores de arroz de España) que se riegan con agua del Ebro, obtenida setenta kilómetros rio arriba. El temor de los defensores del ecosistema es que ven como el mar se está comiendo, no solo al río, sino a los arrozales, modificando la geografía y hasta los mapas. Esto debería hacernos pensar, si es que hay voluntad y capacidad de hacerlo.
Exigir parte del pastel y mirar con disimulada animadversión a Aragón, tildando de egoístas y poco solidarios a una comunidad con más desiertos e inhóspitos pedregales, abandonados por todas las administraciones habidas, sumidos en la pobreza por la falta de voluntad de quienes reparten trenes de alta velocidad, autopistas y corredores transeuropeos y sentir o ver como la sangre de la tierra pasa de largo. Mi sol, mi playa, mi río, mi botijo y ¿Qué hay de lo mío?.
(1) (Reproduzco a continuación, de una de sus obras, el sueño de un rio, de Joaquín Costa, que más que una narración, parece un poema. (Madrid 8 de Enero de 1899)
La voz del rio
Uno de los ríos más caudalosos y constantes del Pirineo español es el llamado Ésera, nacido de los ventisqueros de Benasque y la Maladeta: con sus 35 metros cúbicos de agua por segundo, ha de alimentar el canal de riego de Tamarite, prenda é instrumente de redención para la comarca de la Litera, la más seca entre las más feraces de la Península.
He vivido tres años á orillas de ese río, en el punto donde le tributa sus aguas el Isábena y juntos se despeñan, sobre lecho de roca, en demanda del somontano, robusteciendo el rumor de sus olas alborotadas, preñadas de promesas alentadoras, con el eco fragoroso de las dos peñas gigantes, el Morral y las Forcas, que los encajonan y oprimen. Todas las mañanas, al despertarme, escuchaba aquella voz del río, que recuerda las divinas cadencias del Cantábrico en torno de la Concha, diciéndome esto que copio:
«Yo soy la sangre de la Litera, pero no corro por sus venas, y por eso la Litera agoniza;—yo soy el rocío de la Litera, que ha de esmaltar de flores sus campos y mantener en ellos un verdor perpetuo, pero me apartan de allí porque no humedezca sus noches estivales, y por eso las flores de la Litera son abrojos y sus campos, abrasados desiertos africanos, donde sólo podrían vivir tribus de negros sometidos á ignominiosa servidumbre;—yo soy el oro de la Litera con que ha de recogerse el [Pg. 335] pagaré, cancelarse la hipoteca, alzarse el embargo, recobrarse el patrimonio regado con el sudor de tantas generaciones de trabajadores heroicos, pero no hacen nada por acuñarme, y la Litera sigue gimiendo oprimida bajo una montaña de pagarés, de embargos y de hipotecas cada vez más alta;—yo soy el camino por donde han de volver los tristes emigrantes de la Litera á sus despoblados hogares, pero corro de espaldas a ella, y por eso los emigrantes, cuanto más caminan, creyendo llegar, se encuentran más lejos;—yo soy la libertad y la independencia de la Litera, pero no tengo voz en sus hogares ni en sus comicios, y por eso la Litera es esclava;—yo soy las siete vacas gordas de la Litera, pero no se apacientan en sus campos, y por eso la Litera no bebe de su leche ni come de su carne, y se muere de hambre, se muere de sed, se muere de desesperación, arrojando á millares por el mundo sus hijos demacrados y harapientos que la maldicen, porque no supo abstenerse siquiera de engendrarlos, ya que no había de saber administrarles el rico patrimonio y procurarles el mezquino sustento con que se contentan...»
«Recogedme (seguía diciendo en su infatigable canturia el río Ésera); no seáis ciegos, ni desmañados, ni cobardes; recogedme á mí, recoged á mi compañero el río Ara; recoged á nuestro hijo común el río Cinca; derramadnos por un sistema arterial de venas y brazales á través de vuestros campos, de vuestros olivares, de vuestras dehesas, de vuestros despoblados y páramos, y veréis resucitada la edad aquella en que los santos obraban milagros, y florecían las varas secas, y llovía maná, y se multiplicaban á ojos vistas los panes y los peces. Las aldeas ascenderán á categoría de villas; las villas se harán ciudades; Barbastro se convertirá en una pequeña Zaragoza; Monzón adquirirá las proporciones de Lérida; Binéfar, Tamarite, Almacellas, Fraga, La Almunia, San Esteban y otra multitud de poblaciones, ahora rústicas y terrosas, serán ciudades que rivalizarán en agricultura, en industria y en riqueza con las [Pg. 336] más opulentas de Cataluña; volverán los tristes emigrantes, esparcidos por el mundo, á congregarse en torno al cementerio donde reposan las cenizas sagradas de sus padres, que no alcanzaron la dicha ambicionada por Zacarías de ver al Redentor antes de morir; bajarán aquellos montañeses de acero á urbanizar el llano, cubriéndolo de caseríos y aldeas; diseminadas entre los cultivos, para aprovechar los saltos de agua, fábricas de harinas, de tejidos y de conservas, donde se elaborarán el trigo, el cáñamo, la lana y las frutas que han de afluir á ellas en río continuo para la exportación; el ferrocarril de Zaragoza á Cataluña tendrá que triplicar sus trenes de mercancías y proyectar ramales secundarios en dirección al Ebro y en dirección al Pirineo; á derecha é izquierda de la vía, inmensa pradera roja y verde, de trébol, alfalfa y esparceta, poblada de rebaños lucidos de vacas y ovejas en libertad, entre setos de arbolado, recreará la vista fatigada del viajero que la contemple desde los miradores del tren kilómetros y kilómetros; y el extranjero que haya pasado antes por aquí y contemplado con angustia los horribles páramos africanos por donde cruza avergonzada la locomotora, desde el Gállego al Segre, lanzando silbidos que no son de aviso, sino de burla contra nuestro fatalismo musulmán y nuestra desidia dahomeyana, y vea la mágica transformación obrada en diez ó doce años, no podrá menos de exclamar: «Aquí ha penetrado la civilización: ¡Al fin ha dejado de ser esto un pedazo de África!»
Un rio de pasiones hace unos pocos años, un torrente de protestas hasta hace unos meses... un cauce seco de polémicas actualmente.
ResponderEliminarDebe ser que las prioridades són otras. No obstante siempre ha sido tema de discordias.
ResponderEliminarYa sabes que los Bonaparte, en varias ocasiones, creo, trataron de negociar un cambio de fronteras, por lo menos se lo plantearon. El Ebro sería la frontera, Francia se quedaba con el Pirineo y la margen izq. a cambio de Portugal que pasaba a ser de los Borbones. ¿A qué lado quedaba Zaragoza? ¿Hablarías tú francés en ese caso?
ResponderEliminarNo es mala idea, pero en la pr´ctica sería inviable, debedi al tortuoso cauce del río, demasiados meandros para convertirlo en frontera. Tal vez Napoleón no estudió la orografía del terreno o tal vez sí. El problema sería como "vigilar" una frontera tan tortusa. En fín, cosas de Napoleón.
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