(II parte de TECHOS DE CRISTAL)
Una urna es un recipiente, temporalmente sellado, en forma de paralelepípedo, cuya utilización es ofrecer un modo de contabilidad, fiable, sencillo y secreto, normalmente transparente, para que el público pueda atestiguar que la caja está vacía antes de comenzar la votación. Lo que no asegura que el resultado sea favorable a todos los votantes. Nunca se ha dado el caso de un escrutinio en el que ganen todos, si bien siempre hay quien considera que ha ganado aunque pierda, estos son los más optimistas. Lo más difícil es aceptar deportivamente que los resultados sean contrarios a lo que esperábamos ó deseábamos, pero esta es la herramienta que nos proporciona la Democracia, otra forma que se dan los pueblos libres para elegir a sus gobernantes, que confieren legitimidad a los representantes elegidos. Desde Aristóteles y Platón ha dado en llamarse “regla de las mayorías”.
A la Democracia le han puesto apellidos, siempre a gusto de a quien le viene grande el traje, dependiendo del resultado de las urnas. Democracia Popular, Democracia Real ¡Ya¡ Democracia Asamblearia, etc. También están los que nunca obtendrían (legalmente) una porción de poder por lo que se dedican a boicotear, con un comportamiento antidemocrático, anti-todo, el que el pueblo pueda expresarse libremente. Es sarcasmo puro el que enarbolando la bandera de la libertad, se coarte al pueblo el ejercicio de ir con una papeleta a depositarla en una simple y modesta Urna.
¿Cómo reaccionamos antes y después del veredicto de las urnas? Como diría un gallego “depende”. Previamente, depende de lo que las encuestas y sondeos pronostiquen en los medios, lo que predispone a los electores a favor o en contra. Si los sondeos dan como ganador a “los otros”, nunca faltarán hooligans que intentaran estropear el libre ejercicio democrático de votar, alterando el orden si fuera necesario, incumpliendo las leyes que garantizan la convivencia ciudadana, creando corrientes de simpatía y complicidad de manera especial cuando los descontentos se enfrenten a las fuerzas del orden. No sé que tienen quienes deben velar por el orden, que siempre acaban siendo los malos. Se dice que eso no son formas, que su acción es desproporcionada y un abuso de poder, argumentos que siempre encuentran un fiscal meticuloso que se precie de poner las togas en defensa de quienes rompen escaparates y mobiliario urbano, vulnerando cualquier ley, tratando de impedir como sea, expresarse y si llega el caso, llegar a la violencia, eso sí, “pacífica” para justificar la frustración de poder perder unas elecciones y la parte de poder ansiado. No digamos cuando los sondeos aciertan.
Cuando Platón y Aristóteles “inventaron” la democracia, pensaban en el pueblo (“demos”), en una forma de un gobierno del pueblo y para el pueblo, no en dividirlos. Las urnas no deberían dividir a los pueblos, elijen gobernantes, no convierten los resultados en vencedores y vencidos, mi mucho menos en buenos y malos, simplemente establecen que dos es más que uno, que la mayoría es más representativa que la minoría, ni mejores ni peores y se debe olvidar la vieja teoría de “que si las urnas no nos dan la razón, en la calle seremos más fuertes”. Eso se queda para las guerras tribales donde en vez de urnas se usaban garrotes. En cualquier caso, cuatro años es un suspiro y la alternativa es……. cuarenta o cincuenta años. Me quedo con el invento de Platón.
(¿CONTINUARÁ?)
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