domingo, 27 de septiembre de 2020

 

LA HORA DEL ADIOS

 

CARTAS AL ABUELO.2

 

Querido abuelo. Hoy toca hacer balance, evocar recuerdos, de   cuando empezó nuestra particular relación epistolar, allá por los años cincuenta del siglo pasado, cuando me movió a escribirte, contarte, opinar, informarte de las cosas y logros, que un puñado de osados provincianos, estábamos zarandeando el árbol del pequeño mundo de la molinería, haciendo malabares y casi magia, hasta conseguir poner en órbita, nuestra soñada Asociación y, a quién mejor le podía contar yo cosas de la molinería que a mi abuelo, primer molinero de la saga de los Solanot?.

 

Creo que tú fuiste el primero, mis averiguaciones históricas, no han podido averiguar que antepasados tuyos hubo antes de Bujaraloz y Peñalba, tu pueblo y el de la abuela Ángela. Así es que, me he "fabricado" nuestra particular saga", desde el molino de piedras hasta el último grito de la tecnología aplicada en la molinería, si bien yo preferiría decir que nuestra vida laboral ha transcurrido ejerciendo "el Arte de hacer harina", pocas profesiones precisan de los cinco sentidos para ejercer su trabajo. El molinero cuando entra en la fábrica, escucha, huele, mira y toca y si hasta hace pan en el laboratorio, donde se realizan pruebas de panadería, come ese pan y lo saborea. Este "examen" gustativo, es vinculante.  En cada tiempo y época, según la evolución de los medios  técnicos disponibles, tú picando las piedras, tu hijo (mi padre) disfrutando los primeros molino de cilindros  y sustituir aquellos cernedores planos sobre piso, por los "colgados" mediante unos juncos revolucionarios, precursores de los actuales de fibra de vidrio. Se les llamó de libre oscilación. Y yo, tu nieto, conocer el transporte neumático, la sustitución de la seda en el cernido por el nylon revolucionario, los cuadros de mando a distancia, con lucecitas, botones, temporizadores, alarmas y la supresión de los rociadores de cangilones, (descendientes directos de las norias prehistóricas), sustituidos por el invento mas celebrado, la dosificación exacta y precisa, del agua para el acondicionado del trigo, previas indicaciones que el molinero debería "teclear". Todo este proceso, nos pareció, entonces, un milagro más de la ciencia y el progreso.

 

Aquello fue un salto enorme. Creía que sería definitivo, también a nuestro José Manuel, tu bisnieto, le ha tocado disfrutar de grandes logros de la tecnología aplicada al Arte de hacer harina .Una nueva revolución ha surgido con la aplicación de sistemas informáticos y los rayos infrarrojos en cantidad de puntos vitales. Todo requiere nuevos cocimientos especiales, pero esos adelantos, no hacen harina. Las máquinas siguen trabajando, con mejor control seguro, más eficaces también, pero las manos, y los cinco sentidos del molinero, todavía siguen siendo importantes. Parece que cuesta sustituirlos, pero, los aprendices de brujo, están en ello.

 

A todos nos ha tocado, ¿acomodarnos?, no. Nada de acomodos, hemos tenido que luchar para acceder a los nuevos adelantos del desarrollo tecnológico, hacer frente a los comodones ignorantes dedicados a poner palos en las ruedas, incapaces de asimilar la necesidad de contribuir en la construcción de  nuevas innovaciones y/o sistemas. En algún sitio  leí( y aprendí), hace tiempo, algo parecido a  la necesidad de enfocar toda tu energía en la lucha contra lo viejo, para participar  en el desarrollo de lo nuevo. No siempre hemos sido comprendidos o atendidos, en esos principios básicos para la asimilación de los logros de la ciencia. Siempre, o casi siempre, el molinero oye, ve y siente lo que necesita "su" fábrica. El sentido de la "propiedad" es básico en el buen hacer del molinero, todos, alguna vez,  hemos sentido que "aquello" era muestro, no de 9 a 3, ni de lunes a viernes. No, nuestro teléfono estaba y creo que está, la 24 horas del día abierto ante cualquier emergencia, como médico de guardia a disposición de "mi" fábrica, algo que no ocurre con el resto de responsables del staff de las "alturas", dirección, administración o consejos directivos, que se creen que las fábricas funcionan solas, que los trigos son todos iguales, que la regulación de la molienda es una actividad que la pueden realizar, los segundos, el químico del laboratorio o el mecánico de los ascensores.

 

Siempre ha habido excepciones, afortunadamente, por supuesto, pero los gurús de la industria en general, y la harinera no es una excepción, ha puesto en primera línea, una pancarta con el mensaje de,  Rentabilidad o el Caos.

 

La última noticia de este pequeño mundo familiar y molinero, es que nuestro José Manuel se ha jubilado, (los años pasan a pesar de la pandemia) haciendo méritos para alcanzar el reposo del guerrero en los cuarteles de invierno y, de paso, yo asumo las consecuencias colatelares al quedarme sin "participar" en su día a día, preguntar, escuchar, hablar de harinas, trigos, inventos, problemas, soluciones. Cuando le visitaba en "su" fábrica, disfrutaba como un niño con un nuevo juguete, viendo, oyendo, oliendo el inconfundible aroma del trigo acondicionado y sobre todo, tocando.

 

 Las manos se me iban hacia  los distintos productos y hasta, por deformación profesional, tocando motores, cojinetes, mirando pantallas etc. (Ahora, el personal subalterno de la fábrica, llevan su tableta, con las instrucciones oportunas, ¡qué tiempos¡) Y sigo, preguntando cosas nuevas que iba incorporando, como  detector de metales de los productos acabados, verificadores de peso, paletización, peletización de subproductos, climatización de la planta y nuevas y necesarias exigencias en materia de seguridad alimentaria, en fin, que el mono de la harina  y el  molino, me lo quitaba por una temporada.

 

No estoy de acuerdo con una sentencia filosófica leída recientemente,  tal vez aplicable en otras circunstancias, no en esta concretamente, dice qué "Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como las lágrimas en la lluvia". Para que no se pierdan, yo los guardo en la nube recordando a Eqa de Queiroz, por el consejo  que nos da en una de sus historias, "Cuando el dolor de aflija, haz de él un poema." 

 

Si, esta carta puede ser un poema dedicado a nuestra pequeña aportación a la molinería. Cuatro generaciones  de molineros que a través de más de un siglo, desde Bujaraloz a Gran Canaria, vivieron y/o vivimos esta bendita profesión.  Desde la era y el trillo, aventar la parva para separar el trigo de la paja (tecnología punta de su época) hasta la tostada del desayuno, el trigo ha sido nuestro compañero de viaje, dejándonos, como premio, amigos en la profesión, (no demasiados, estar en el candelero, desgasta) pocos, pero de los buenos y en todas las ciudades y pueblos donde ejercimos de Maestro Molinero, Jefe Molinero, Director Técnico, incluso ser "el chico de la harinera". Un honor que empieza a ser un recuerdo imborrable, pese a todas las dificultades, que en algún momento nos tocó superar, que también las hubo, pero nos quedamos con la satisfacción del trabajo que el destino nos marcó.

 

Abuelo querido, esto suena a ¿despedida? tal vez. Dejaremos que los temas molineros no sean argumento exclusivos de futuras cartas íntimas, de confidencias ni relatos de acontecimientos profesionales, el futuro nos aguarda impaciente con otras historias que no se pierdan en el tiempo como las lágrimas en la lluvia. Los Solanot, no se van, simplemente,  hay un punto y aparte. Después del invierno, volverá la primavera con nuevas historias que vivir y, por qué no, contarlas

 

Como siempre, un fuerte abrazo. Tu nieto preferido

 

Alicante (Planeta Tierra) 9/28/2020

 

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