miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿Se pyuede medir la felicidad?

Recientemente he leído un artículo en la prensa diaria, (El País) acerca de los estudios que se están realizando en Europa, referidos a la pretensión de contabilizar, de alguna forma, el grado de felicidad de los ciudadanos, relacionando la calidad de vida con el PIB, hasta el punto de que políticos de Bruselas, París y Londres ya han puesto manos a la obra de sus particulares departamentos de investigación para medir o contrastar el grado de satisfacción de la calidad de vida de sus ciudadanos. Dentro de poco nos llegará a nosotros la innovación de encuestas que nos demuestre que en la cesta de la compra hay cosas que nosotros nos hemos puesto en ella.

En los tiempos de zozobra que nos toca vivir, cuesta pensar que nuestros dirigentes (si son de Bruselas nos toca también a nosotros, Bruselas somos todos), se preocupen de nuestra felicidad, del grado de bienestar social y personal. Relacionando la familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, nuestro entorno social, educación, seguridad etc. Está muy bien que hagan algo, que den trabajo a amigos y allegados. ¿No hay cosas mas importantes que hacer para devolver la confianza en la casta política?. Confianza que solo ellos han dilapidado con la alegría propia de aprendices brujos. Ha llegado la hora, dicen, de que nos centremos no solo en el Producto Interior Bruto (PIB), sino en una felicidad en general, de lo que se deduce que si baja el PIB, vamos a poner en esa cesta otros valores intangibles para que nivele el desajuste.

Una frase para enmarcar, “el crecimiento del PIB no siempre se traduce en mayor bienestar de las personas”. Genial. Con esta afirmación se nos dice que si el PIB baja, tampoco influye directamente en pérdida alguna, la podemos compensar con una risas, un gol de nuestro equipo favorito o que vayamos de boda, de lo que se deduce que nos están diciendo de una forma sibilina, que estamos hablando de dinero. Y dentro de las perlas recogidas, destaco tres para elegir. La célebre cantante francesa Mistinguete decía “que el dinero no da la felicidad, pero aplaca los nervios”. Para Rafael Sánchez Ferlosio “el dinero sí da la felicidad, pero destroza los nervios”. Y tres, en el pensamiento de un economista, “La felicidad pierde su halo de misterio para convertirse en estadística”. Si alguien creía en los Reyes Magos, que se despierte.

Yo no creo en la mala intención de la clase política, dudo de su capacidad y preparación para afrontar tiempos tormentosos, tampoco dudo de sus deseos de vernos felices y contentos. Sí me hace pensar en que tal vez, crean que no vemos la cortina de humo que esos sabios gobernantes, que nos aleccionan (o pretenden) en como, cuando y porqué hoy somos menos felices que ayer, cuando la realidad es que por muchas vueltas que le quieran dar, por muy hábiles que sean manejando estadísticas, hoy somos mas pobres y los valores que manejan, como familia, amigos o vecinos, compañeros de trabajo, seguridad ciudadana y educación (ver último informe Pisa), salvo honrosas excepciones, están en franca decadencia,

Por muchos algoritmos matemáticos que manejen, si hay menos dinero, habrá mas pobreza, también menos servicios sociales y menos alegría, pero ¡¡OH milagros de la ciencia¡¡ estadísticamente igual somos mas felices y los políticos mas contentos. Las cortinas de humo solo sirven para tapar vergüenzas.

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